29
de
September
de
2025
Por
Corina Mayer
Lectura de 
4 min.
Comunicando saberes

Katia y Maurice Krafft: dos décadas de volcanes y poesía visual

Dos vulcanólogos, Katia y Maurice Krafft aparecen en trajes blancos adelante de lava volcánica.

Roca fundida e incandescente se esparce a un ritmo constante, es la lava del volcán Krafla en Islandia que acaba de entrar en erupción. Frente a la masa ardiente aparece una figura, es la de Katia Kraft que va envuelta en un traje metalizado y lleva puesto un casco gracioso como de astronauta de ciencia ficción retro. Camina en dirección al fuego con la misma parsimonia con que se extiende la lava. Katia está ahí con su marido Maurice, ella y él nacieron en Francia, son un matrimonio y estudian volcanes. En el momento en el que se grabó este video, 1984, ya habían presenciado y registrado la erupción de varios volcanes alrededor del mundo. 

Se conocieron en la universidad Estrasburgo, Francia, Katia estudió Geoquímica y Maurice Geología, los vinculó una atracción mutua y su amor por la vulcanología. A partir de entonces se dedicaron a documentar erupciones. Su pasión por lo que hacían parecía tenerlos tan absortos que a menudo ignoraban el peligro que corrían y no por desconocimiento pasivo sino por voluntad dirigida. Reducían tanto la distancia con los ríos de lava que podría considerarse que eran inmunes al fuego. Es en parte gracias a esta audacia que gozaron de popularidad mundial. 

Maurice y Katia Krafft
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Viajaron a Islandia por primera vez durante los 60. No contaban con gran equipamiento científico, pero tenían cámaras, así que filmaron y fotografiaron la erupción. De inmediato entendieron que este tipo de registro les permitía acceder a información que pasaba desapercibida con los registros científicos convencionales. La erupción del Etna en 1971 marcó la radicalización de esa creencia, pues llevaron principalmente equipos para captar el fenómeno visual y audiovisualmente. Cuando compartieron el material recopilado, generaron fascinación entre sus colegas. Los datos duros como la temperatura y la composición de los gases ahora tenían un correlato en imágenes, que permitían captar la magnitud del evento desde otra perspectiva. 

Entre las producciones que llevaron adelante destacan libros ilustrados, conferencias y películas volcánicas que se proyectaban en cines, festivales y programas de TV. La labor de registro de Katia y Maurice constituye uno de los mayores legados que dejó la vulcanología moderna. Katia produjo un registro fotográfico de miles de imágenes y también varios archivos de audio, y por su parte Maurice capturó cientos de horas de filmación. En algún punto de esta historia de registros, ambos trascendieron su profesión meramente científica y comenzaron a volverse artistas. Es precisamente este punto de inflexión en el que emergen como fotógrafa y cineasta donde me interesa profundizar. En el acto del registro se evidencia el valor que le conferían a la comunicación de sus investigaciones. A lo largo de sus años documentando volcanes en erupción cultivaron cierta expertise en el área de narrar la ciencia. Consiguieron que millones de personas vivieran la vulcanología como una experiencia cargada de belleza, aventura y drama. Mediante su trabajo hacían posible el acceso a un mundo de conocimientos que hubiera permanecido en las sombras para la mayoría de la gente. 

Katia Krafft

La manera en que transmitían ciencia distaba notablemente de la forma en que lo hacían sus colegas, quienes a menudo tenían una comunicación más hermética y excluyente. Esto también se convirtió en su sello característico. La ciencia ya no era algo aburrido y muerto ni conocimiento aislado en un laboratorio, sino una experiencia emocionante. Abordaban las erupciones volcánicas a través de sus lentes de tal modo que casi permitían vivir la acción a su lado.

Utilizaron su popularidad mundial para influir en políticas de prevención. Un ejemplo concreto de esto fue su acusación de negligencia al gobierno colombiano cuando no tomó las medidas de precaución necesarias ante la inminente erupción del volcán Nevado del Ruíz en el año 1985. La catástrofe terminó con la vida de miles personas que vivían en el poblado de Armero y desconocían lo que estaba a punto de pasar. Gracias al registro de la devastación ocasionada tras esa erupción pudieron demostrar la importancia de la evacuación temprana y consiguieron cambiar la mentalidad respecto a las medidas preventivas en zonas de riesgo.

Durante la erupción de algunos volcanes se forma una nube que de gases muy calientes, ceniza volcánica y fragmentos de roca, que desciende a una velocidad que puede superar los 200 kilómetros por hora. Eso es un flujo pricolástico y fue lo que terminó con la vida de Katia y Maurice en el año 1991. Ocurrió durante la erupción del Monte Unzen en Japón porque el flujo cambió de dirección drásticamente y no lograron escapar. Sabían cuánto arriesgaban, pero su valentía ayudó a cambiar realidades en todo el mundo. Su conocimiento en vulcanología que tantas veces tradujeron a poesía visual y el interés que despertaron en toda clase de públicos demuestran el poder de la comunicación cuando tiene un propósito claro. 

Katia y Maurice enseñaron que la información científica puede ser mucho más que cifras y fórmulas: puede ser una experiencia compartida, capaz de conectar expertos con la curiosidad de las personas y de marcar una diferencia en el mundo real.

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La vida de esta pareja amante de los volcanes despertó fascinación y existe una gran producción de material dedicado a su historia. Pero no es sorprendente que sea The Fire Within: A Requiem for Katia and Maurice Krafft (2022), de Werner Herzog la más hermosa y la que más recomiendo mirar.
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