En Ajolote, no somos una corporación. Somos cuatro personas. Amigues. Cuatro trayectorias que hace ya diez años decidieron unirse para crear algo juntes. Partimos primero siendo dos pero al poco tiempo se sumaron otras dos y actualmente somos cuatro. . A veces crecemos y somos cinco, seis, incluso siete y ocho.
Venimos de abajo. Nadie nos abrió las puertas. La única escalera que teníamos era la que construíamos cada día con trabajo y creatividad.
Corina, nacida en Bahía Blanca, Argentina. Irina, por su parte, en Belgrado, Serbia. Jorge y Sergio fueron compañeros desde 3º básico en un colegio público de Peñalolén. Cuando partimos, no teníamos red de contactos, pero teníamos algo mucho más valioso: intuición, ganas de hacer algo con sentido y una necesidad urgente de crear. Y con eso, con sensibilidad, imaginación y trabajo honesto, fuimos empujando este proyecto.
Agosto fue un mes intenso. De esos que dejan la cabeza revuelta y el cuerpo agotado. Estuvimos sumergidos en proyectos complejos, desafíos nuevos y procesos que nos exigieron pensar de otra manera.
Pero también fue el mes en el que confirmamos que vamos hacia dónde queremos ir.
Por mucho tiempo fuimos muchas cosas a la vez: un poco de todo para sobrevivir. Ahora, después de una década, sabemos lo que queremos ser: una agencia que transmite saberes con creatividad. La mutación ya pasó por nuestra web, por si quieren saber más sobre el nuevo Ajolote.
El ajolote es una criatura fascinante que vive en constante transición. A diferencia de otros anfibios, que completan su metamorfosis, el ajolote puede mantener sus características larvales durante toda su vida. Se siente cómodo en el cambio, en esa ambigüedad del no-ser-del-todo.
Nosotros nos identificamos con esa cualidad, y lo decimos sin ningún tipo de tapujos. ¡Amamos cambiar constantemente!
No somos solo una agencia, ni solo un estudio, ni una consultora. Somos un tejido vivo de personas que crean. Nos expandimos y nos recogemos. Nos cansamos y nos iluminamos. A veces nos perdemos y otras, nos encontramos.
Ahora, después de mucho caminar, sabemos qué rumbo tomar. Nos sentimos como el ajolote, en ese estado de transición permanente que nos permite ser más creativos y adaptables.
En Ajolote, escuchamos saberes, damos forma a las ideas, diseñamos experiencias y compartimos conocimiento. Y así, en esta nueva etapa, volvemos a empujar con la misma sensibilidad, imaginación y honestidad de siempre.
¡Nos vemos en la siguiente mutación!